Tengo una condición que algunos llaman Pure-O (TOC puramente
obsesivo). Un tipo de TOC que no involucra sus rasgos más tradicionales,
como la necesidad de que todo sea simétrico.
Mi habitación es la habitación más desordenada del mundo.
Para mÃ, el TOC puramente obsesivo se trata de buscar seguridad, o básicamente de preguntarle a mi pobre madre una y otra vez si está absolutamente segura de que no voy a empujarla frente a un tren.
Con TOC, es fácil perderse y guiarse por una voz que no es la mÃa.
Esa voz no refleja mi personalidad porque es melodramática, excéntrica y
francamente mala. En su extremo, puede generar recuerdos falsos.
Hace unos años, al terminar mis exámenes de fin de secundaria, me fui de fiesta con mis amigos.
Por suerte, el TOC nunca ha afectado mi habilidad para pasármelo bien en la reputada tradición británica. Sin embargo, los efectos tras beber, en mi caso, pueden extenderse de la habitual resaca.
Cuando llegué a casa, me di cuenta que bebà de más. Me iba de compras con mi hermana al dÃa siguiente y, sin un método preventivo, mis planes correrÃan peligro a cuentas de una grave y vengativa resaca.
Asà que fui a la cocina, llené un vaso con agua y tomé dos tabletas de paracetamol. Estaba un poco borracha, pero consciente, y me fui a la cama.
Al otro dÃa me desperté con un tremendo dolor de cabeza y me quedé inmóvil por unos momentos.
Revisé mis recuerdos de la noche anterior y comprobé que no habÃa hecho nada vergonzoso que arruinara mi vida. Me visualicé llegando a casa, yendo a la cocina y tomándome el paracetamol.
Entonces acudió. El pensamiento intrusivo... me habÃa tomado la caja entera de paracetamol.
En mi estúpida borrachera me habÃa tomado las 24 tabletas, quizás más.
PodÃa sentir la tableta en mis manos, tragar cada pastilla. CorrÃa un grave peligro. Si no actuaba rápido, sufrirÃa un irreversible daño en el hÃgado que me llevarÃa a la muerte segura.
El pánico aumentó. Y con las náuseas, la evidencia de que morÃa. Esto no podÃa ser una simple resaca.
Bajé las escaleras en busca de la caja o las cajas vacÃas, los paquetes abandonados en el mostrador.
Pero no habÃa nada.
En un irreconocible movimiento lo habÃa dejado todo organizado. Abrà la alacena y, para mi alivio, vi la caja de paracetamol con solo dos tabletas faltantes. Iba a estar bien.
Pero espera. ¿Cómo podÃa estar 100% segura de que era la misma caja de anoche? ¿Y si me habÃa tomado las 24, tirado luego a la basura la caja vacÃa y alguien más en casa compró una nueva?
Y, por arte de magia, ahà estaba, otro recuerdo: el del cesto de basura cerrándose.
¡Dios! ¡TendrÃa que mirar en la basura!
Jamás me habÃa sentido tan lejos del clásico TOC como en ese momento.
Me situé de frente a la basura, bajé la cabeza y rastreé entre col podrida y queso.
La caja no estaba en la basura.
Tuve una idea brillante. Por supuesto que la caja vacÃa no estarÃa allÃ. Como buena millenial, aunque estuviese borracha, no me olvidarÃa de reciclar.
Revisé el contenedor de reciclaje, tampoco estaba. Solo me quedaba una opción: llamar al 111, a emergencias.
Operador: "Hola, es el 111, ¿cuál es su problema hoy?"
Yo: "Creo que tomé una sobredosis de paracetamol".
Operador: "¿Cuántas tabletas en las últimas 24 horas?"
Yo: "Solo tomé dos. Pero estaba muy borracha y tengo la sensación de haber tomado una sobredosis".
Operador: "¿Pero solo recuerdas dos? ¿Solo una sensación de haber tomado más?"
Yo: "SÃ, y me siento con ganas de vomitar, cansada y horrible".
Operador: "Creo que solo tienes una resaca, querida".
Esa fue la opinión oficial. VivirÃa. PodÃa seguir con mi dÃa.
Después, yendo en un tren con mi hermana, me vino otro pensamiento: yo, entubada sobre una cama de hospital.
Las palabras sobre un fondo negro comenzaron a parpadear en mi mente, burlándose: "si me hubieras escuchado. PodÃas haberlo prevenido. Pudiste haber ido al hospital y lavar tu estómago".
Cuando el tren se detuvo, tuve un plan. Le dije a mi hermana que debÃa comprar unos detalles para la universidad y que la verÃa luego.
Corrà a agarrar el tren para el hospital más cercano. TendrÃa al menos dos horas antes de que el daño se asentara en mi hÃgado.
Sudaba mientras el tren se detenÃa. Subà con prisas las escaleras, empujé las puertas y eché a correr cruzando la calle. Me detuve ante la puerta de la clÃnica mientras recuperaba el aliento. Me di cuenta que aunque supiera dónde estaba, estaba perdida en un mundo de pensamientos amenazantes.
Reproduje los momentos previos antes de irme a la cama anoche. Esta vez despacio y con detalle. HabÃa cruzado la puerta, llegado a la cocina y tomado dos tabletas de paracetamol. Después devolvà la caja a la alacena y me fui a dormir.
Entonces mi TOC chirrió: "¿Qué estás haciendo? ¿Qué hay con los otros recuerdos?"
Pero cuando intenté recordar las 24 tabletas, el reciclaje, la cama del hospital, no los podÃa encontrar. Los recuerdos se formaron en otros miedos y formularon la pregunta: ¿y si..?
Escuché mi propia voz, por debajo de la otra charla, diciendo: "Date la vuelta y vete".
En frente de otras personas con fracturas en las piernas y fiebres altas cojeando dentro de la clÃnica, me volteé y regresé a la estación de tren y con mi hermana.
HabÃa encontrado mi camino.
Mi habitación es la habitación más desordenada del mundo.
Para mÃ, el TOC puramente obsesivo se trata de buscar seguridad, o básicamente de preguntarle a mi pobre madre una y otra vez si está absolutamente segura de que no voy a empujarla frente a un tren.
Hace unos años, al terminar mis exámenes de fin de secundaria, me fui de fiesta con mis amigos.
Por suerte, el TOC nunca ha afectado mi habilidad para pasármelo bien en la reputada tradición británica. Sin embargo, los efectos tras beber, en mi caso, pueden extenderse de la habitual resaca.
Cuando llegué a casa, me di cuenta que bebà de más. Me iba de compras con mi hermana al dÃa siguiente y, sin un método preventivo, mis planes correrÃan peligro a cuentas de una grave y vengativa resaca.
Asà que fui a la cocina, llené un vaso con agua y tomé dos tabletas de paracetamol. Estaba un poco borracha, pero consciente, y me fui a la cama.
Al otro dÃa me desperté con un tremendo dolor de cabeza y me quedé inmóvil por unos momentos.
Revisé mis recuerdos de la noche anterior y comprobé que no habÃa hecho nada vergonzoso que arruinara mi vida. Me visualicé llegando a casa, yendo a la cocina y tomándome el paracetamol.
Entonces acudió. El pensamiento intrusivo... me habÃa tomado la caja entera de paracetamol.
En mi estúpida borrachera me habÃa tomado las 24 tabletas, quizás más.
PodÃa sentir la tableta en mis manos, tragar cada pastilla. CorrÃa un grave peligro. Si no actuaba rápido, sufrirÃa un irreversible daño en el hÃgado que me llevarÃa a la muerte segura.
El pánico aumentó. Y con las náuseas, la evidencia de que morÃa. Esto no podÃa ser una simple resaca.
Bajé las escaleras en busca de la caja o las cajas vacÃas, los paquetes abandonados en el mostrador.
Pero no habÃa nada.
En un irreconocible movimiento lo habÃa dejado todo organizado. Abrà la alacena y, para mi alivio, vi la caja de paracetamol con solo dos tabletas faltantes. Iba a estar bien.
Pero espera. ¿Cómo podÃa estar 100% segura de que era la misma caja de anoche? ¿Y si me habÃa tomado las 24, tirado luego a la basura la caja vacÃa y alguien más en casa compró una nueva?
Y, por arte de magia, ahà estaba, otro recuerdo: el del cesto de basura cerrándose.
¡Dios! ¡TendrÃa que mirar en la basura!
Jamás me habÃa sentido tan lejos del clásico TOC como en ese momento.
Me situé de frente a la basura, bajé la cabeza y rastreé entre col podrida y queso.
La caja no estaba en la basura.
Tuve una idea brillante. Por supuesto que la caja vacÃa no estarÃa allÃ. Como buena millenial, aunque estuviese borracha, no me olvidarÃa de reciclar.
Revisé el contenedor de reciclaje, tampoco estaba. Solo me quedaba una opción: llamar al 111, a emergencias.
Operador: "Hola, es el 111, ¿cuál es su problema hoy?"
Yo: "Creo que tomé una sobredosis de paracetamol".
Operador: "¿Cuántas tabletas en las últimas 24 horas?"
Yo: "Solo tomé dos. Pero estaba muy borracha y tengo la sensación de haber tomado una sobredosis".
Operador: "¿Pero solo recuerdas dos? ¿Solo una sensación de haber tomado más?"
Yo: "SÃ, y me siento con ganas de vomitar, cansada y horrible".
Operador: "Creo que solo tienes una resaca, querida".
Esa fue la opinión oficial. VivirÃa. PodÃa seguir con mi dÃa.
Después, yendo en un tren con mi hermana, me vino otro pensamiento: yo, entubada sobre una cama de hospital.
Las palabras sobre un fondo negro comenzaron a parpadear en mi mente, burlándose: "si me hubieras escuchado. PodÃas haberlo prevenido. Pudiste haber ido al hospital y lavar tu estómago".
Cuando el tren se detuvo, tuve un plan. Le dije a mi hermana que debÃa comprar unos detalles para la universidad y que la verÃa luego.
Corrà a agarrar el tren para el hospital más cercano. TendrÃa al menos dos horas antes de que el daño se asentara en mi hÃgado.
Sudaba mientras el tren se detenÃa. Subà con prisas las escaleras, empujé las puertas y eché a correr cruzando la calle. Me detuve ante la puerta de la clÃnica mientras recuperaba el aliento. Me di cuenta que aunque supiera dónde estaba, estaba perdida en un mundo de pensamientos amenazantes.
Reproduje los momentos previos antes de irme a la cama anoche. Esta vez despacio y con detalle. HabÃa cruzado la puerta, llegado a la cocina y tomado dos tabletas de paracetamol. Después devolvà la caja a la alacena y me fui a dormir.
Entonces mi TOC chirrió: "¿Qué estás haciendo? ¿Qué hay con los otros recuerdos?"
Pero cuando intenté recordar las 24 tabletas, el reciclaje, la cama del hospital, no los podÃa encontrar. Los recuerdos se formaron en otros miedos y formularon la pregunta: ¿y si..?
Escuché mi propia voz, por debajo de la otra charla, diciendo: "Date la vuelta y vete".
En frente de otras personas con fracturas en las piernas y fiebres altas cojeando dentro de la clÃnica, me volteé y regresé a la estación de tren y con mi hermana.
HabÃa encontrado mi camino.
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