Por DAVID STREITFELD
SAN FRANCISCO — Al inicio de esta década, la Primavera Árabe prosperó con la ayuda de las redes sociales. Ese es el tipo de historia que le encanta a la industria de la tecnología: les gusta demostrar que contribuyen a que exista más libertad, progreso y un mejor futuro para toda la humanidad.
Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, proclamó que esa era precisamente la razón por la que existía su red social. En un manifiesto para inversionistas de 2012, dijo que Facebook era una herramienta para crear “un diálogo más honesto y transparente en torno al gobierno”. El
resultado, dijo, serían “mejores soluciones para algunos de los problemas más grandes de nuestra época”.
Ahora, las empresas de la tecnología son criticadas por crear problemas en vez de solucionarlos. El problema número uno en la lista es la interferencia rusa en la elección presidencial de Estados Unidos el año pasado. Las redes sociales quizá prometieron libertad al principio, pero resultaron ser unas herramientas muy útiles para avivar el enojo. La manipulación fue tan eficiente y tan carente de transparencia que las empresas apenas se dieron cuenta de que eso estaba ocurriendo.
ca preocupación. Las empresas de tecnología han acumulado una cantidad tremenda de poder e influencia. Amazon determina cómo la gente compra; Google, cómo adquiere conocimiento; Facebook, cómo se comunica. Todos están tomando decisiones acerca de quién tiene acceso al megáfono digital y quién debe desconectarse de la red.
Su gran concentración de autoridad se parece al derecho divino de los reyes, y despierta un rechazo que está en pleno desarrollo.
“Durante diez años, los argumentos en la tecnología tenían que ver con cuál director ejecutivo se parecía más a Jesucristo. Cuál se postularía a la presidencia. Quién convencía mejor a los trabajadores para que lo apoyen”, dijo Scott Galloway, un profesor de la Escuela Stern de Negocios de la Universidad de Nueva York. “Ahora los sentimientos están cambiando. La víctima se rebela”.
En Facebook, Twitter y ahora Google, se está divulgando la noticia de cómo los rusos se aprovecharon de sus sistemas de publicidad y publicaciones. El 1 de noviembre, el Comité de Inteligencia del Senado realizará una audiencia al respecto. No es probable que eso mejore la reputación de las empresas.
Con el aumento de la presión, las empresas están lidiando con un ataque de relaciones públicas. Sheryl Sandberg, la directora de operaciones de Facebook, estuvo en Washington esta semana reuniéndose con legisladores y reconociendo públicamente los errores sobre lo que pasó durante la elección y dijo que “no debieron suceder”. Sundar Pichai, el director ejecutivo de Google, estuvo en Pittsburgh el jueves hablando acerca de “las grandes brechas de oportunidades en todo Estados Unidos” y anunciando un programa de subsidios de 1000 millones de dólares para promover empleos.
En el trasfondo de estas reuniones se encuentra la realidad de que internet se convirtió desde hace mucho tiempo en un negocio, lo cual implica que la prioridad de las empresas es complacer a sus accionistas.
Ross Baird, presidente de la firma de capital de riesgo Village Capital, señaló que cuando ProPublica intentó comprar anuncios publicitarios dirigidos a antisemitas el mes pasado en Facebook, la plataforma no cuestionó si esa era una mala idea: les preguntó a los compradores cómo les gustaría pagar.
“A pesar de toda la habladuría de Silicon Valley en torno a cambiar el mundo, su principal enfoque ha estado en lo que puede monetizar”, dijo Baird.
Desde luego, las críticas a la tecnología no son nada nuevo. En una exagerada lamentación publicada en Newsweek en 1995, “Why the Web Won’t Be Nirvana” (¿Por qué la web no será el Nirvana?), el astrónomo Clifford Stoll señaló que “cada voz puede escucharse sin costo e instantáneamente” en los tableros de boletines de Usenet, el Twitter y Facebook de esa época.
“¿El resultado?”, escribió. “Cada voz es escuchada. La cacofonía se parece más a la onda de radio civil, con todo y nombres clave, acoso y amenazas anónimas. Cuando casi todos gritan, pocos escuchan”.
Si las redes sociales están a la defensiva, Zuckerberg es quien está en el centro de todo: un suceso extraño en una carrera impecable que lo ha convertido, a los 33 años, en una de las personas más ricas e influyentes del mundo.
“Tenemos un dicho: ‘Muévete rápidamente y rompe cosas’”, escribió en su manifiesto de 2012. “La idea es que, si nunca rompes nada, quizá no te estás moviendo con la velocidad necesaria”.
Facebook abandonó ese lema dos años después, pero los críticos dicen que ha conservado mucho de esa arrogancia. Galloway, cuyo nuevo libro, The Four, analiza el poder de Facebook, Amazon, Google y Apple, dijo que la red social aún estaba preparando su respuesta.
“Zuckerberg y Facebook están violando la regla número uno de la gestión de crisis: la hipercorrección del problema”, dijo. “Su actitud es que les resulta imposible hacer cualquier cosa que afecte sus ganancias”.
Joel Kaplan, el vicepresidente de políticas públicas globales de Facebook, dijo que la red estaba haciendo su mejor esfuerzo.
“Facebook es una parte importante de la vida de muchas personas”, dijo. “Esa es una responsabilidad enorme, una que nos tomamos muy en serio”.
Algunos emprendedores de las redes sociales reconocen que están enfrentando problemas que jamás imaginaron como empleados de empresas emergentes que luchaban por sobrevivir.
“No había tiempo para pensar en la repercusiones de todo lo que hacíamos”, dijo en una entrevista Biz Stone, un cofundador de Twitter, poco antes de volver a la empresa la primavera pasada.
Sostuvo que Twitter estaba adquiriendo una reputación injusta: “Por cada cosa mala, hay miles buenas”. Sin embargo, reconoció que a veces “las cosas se complican”.
A pesar de las crecientes críticas, la gran mayoría de los inversionistas, consumidores y reguladores parecen no haber cambiado su comportamiento. La gente aún espera con ansias el nuevo iPhone. Facebook tiene más de 2000 millones de usuarios. Al presidente Donald Trump le gusta criticar a Amazon en Twitter, pero su administración ignoró las peticiones de una revisión rigurosa de la compra de Whole Foods por parte de Amazon.
Sin embargo, en Europa, el terreno está cambiando. La participación de Google en el mercado de los motores de búsqueda del continente es del 92 por ciento, de acuerdo con StatCounter. Pero eso no evitó que la Unión Europea lo multara con 2700 millones de dólares en junio por darles prioridad a sus propios productos por encima de los de sus rivales.
Una nueva ley alemana que multa con grandes sumas a las redes sociales por no eliminar el discurso de odio entró en vigor este mes. El martes, un portavoz de Theresa May, la primera ministra de Reino Unido, dijo que el gobierno estaba revisando “con cuidado los papeles, la responsabilidad y el estatus legal”, de Google y Facebook, con miras a regularlos como editores de noticias en vez de plataformas.
“Esta guerra, como muchas otras, comenzará en Europa”, dijo Galloway, el profesor de la Universidad de Nueva York.
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