Hay un buen detalle en Thor: Ragnarok, la última gran producción de Marvel con el dios del trueno, en el que intenta encender un jet que tiene una contraseña activada por
identificador de voz. Le urge escapar –está metido en problemas y diversos enredos de la trama– y se identifica a sí mismo como “el Vengador más fuerte”. No sirve. Y, considerando cómo han sido las dos películas previas con él como único protagonista, a Thor quizá le habría ido mejor si dijera que es “el Vengador más aburrido”.
No es culpa del actor Chris Hemsworth, pero las películas de Thor han sido, en buena medida, poco memorables; si acaso solo lo son por las excentricidades de su hermano Loki (Tom Hiddleston) y por ser una elección algo extraña para que actuara Natalie Portman (la exnovia de Thor, que ahora desapareció a algún hoyo negro narrativo). Ragnarokse esfuerza por cambiar esa percepción y lo logra, más o menos, al bajarle los humos de manera consistente a aquel rubio musculoso.
Es algo que tiene sentido hacer, por muchas razones, entre ellas que puede llegar a parecer que los superhéroes están del lado equivocado de la historia cuando se parecen a caricaturas de raza aria.
Y no es culpa de Thor; así lo dibujaron. Pero los tiempos han cambiado y se necesitaba un nuevo look conceptual, y no solo para mejorar su atractivo en la taquilla. Marvel podría haber recurrido a algo más oscuro y melancólico, pero en vez hizo a Thor más divertido y absurdo. Le queda bien, al menos por un tiempo.
Thor ha servido bien como el alivio cómico de vez en cuando, aprovechando su identidad como alguien fuera de este mundo: es un dios (y le encanta decirlo), el hijo de Odín (Anthony Hopkins), etcétera. Durante un buen tramo de Ragnarok es un chiste que hace rendir las risas.
El director Taika Waititi le da a todo un toque encantadoramente idiosincrático y, como narrador, tiene el don de que las conversaciones y algunas tonterías sean cohesivas para formar una personalidad. Es un don que queda evidenciado en los diálogos íntimos de dos personas, Thor y con quien sea que esté cerca. Hay mucho bla, bla, hay algo de gritos; en algún momento, Odín explica a detalle algunas cosas. A los habladores se suma la hermana de Thor, Hela (una Cate Blanchett vampiresca), con todo y su delineador ahumado y vestimenta cual dominatriz. Quiere hacerse con el reino de Odín, que es tan indescriptible y amorfo como en ocasiones anteriores.
La historia es una mezcla poco interesante de peleas, conspiraciones y coincidencias útiles. (El guion es de Eric Pearson, Craig Kyle y Christopher Yost). Poco después de que aparece Hela, se muda a su casa y Thor termina en otro lado, con lo que ella puede hacer lo que le plazca –básicamente matar, caminar como en pasarela y volver a hacerlo– y él se acomoda en esta nueva modalidad más alegre hasta que es tiempo de volver a usar el martillo. La mayoría de estos momentos poco característicos de Thor suceden en Sakaar, un tiradero planetario dirigido por el Grandmaster (Jeff Goldblum, con mucha energía cómica), un psicópata que quiere disfrutar cada momento y usa capas doradas y barniz de uñas azul, casi como una versión de menor presupuesto del personaje de Stanley Tucci en Los juegos del hambre.
El Grandmaster gestiona un juego de gladiadores, una parte de la trama que es exasperante por ser tan poco original e interesante que es casi (casi) paliado por cómo maneja Waititi el material. Es ahí donde se empieza a relajar el ambiente y la filigrana de la película se abrillanta debido a todos esos extras con peinados extravagantes como de un libro del Dr. Seuss.
También ahí es donde Thor se reúne con Hulk, su competencia en el coliseo durante un encuentro increíble y extenso.
Después de que él y Thor terminan teniendo conversaciones de alguien meditativo y alguien algo zopenco como si fueran George y Lennie de Of Mice and Men, de Steinbeck, es cuando surge de nuevo Bruce Banner, el espíritu interior de Hulk. Mark Ruffalo también se acomoda y hace que la temperatura pase de estar hirviendo a plácidamente caliente.
Hemsworth se ve más feliz y relajado en Ragnarok de cómo se veía en las demás películas de Thor, lo que quizá es el mayor logro de Waititi. Para alguien que parece haber sido esculpido por Miguel Ángel, Hemsworth es capaz de moverse con mucha agilidad, con mucho rebote, y claramente le encanta rebotar de pared en pared tanto como le gusta darle el protagonismo a los otros actores. Estos incluyen a Tessa Thompson como Valkyrie, quien, después de una introducción poco prometedora, termina siendo un verdadero personaje con emociones y hasta una mirada a su pasado llena de furia, belleza y misterios mitológicos.
Esa escena es particularmente impactante, porque es un recuerdo de la ambición narrativa y grandiosidad mítica que en estas franquicias usualmente es minimizada en pos de peleas épicas, discursos con mucho adorno y efectos especiales.
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