El presidente de Paraguay, Horacio Cartes, quiere renunciar. Pero no para irse del poder. Sino para seguir siendo parte del mismo.
Este lunes, Cartes presentó al Senado de la República su renuncia, que tiene que ser sometida a votación.
Y, en el tuit que lo confirmaba, explicó que lo hace "para continuar sirviendo al país".
La constitución paraguaya, escrita en 1992 tras la salida de un régimen militar de 35 años, establece que los expresidentes serán senadores vitalicios, una figura que les atribuye fueros, pero no voz ni voto ni poder de quórum en el Legislativo.
Cartes, sin embargo, se presentó a las elecciones legislativas del 22 de abril y logró con amplio margen los votos suficientes para ser elegido senador.
Ahora renuncia para poder asumir como parlamentario el 1 de julio.
Con esto, la vicepresidenta Alicia Pucheta será la primera mujer en presidir Paraguay, aunque ocupará el cargo solo hasta el 15 de agosto, cuando asuma el recién elegido y aliado de Cartes Mario Abdo Benítez.
¿En busca de perpetuarse?
Cuando terminó el gobierno de facto de Alfredo Strossner, la nueva Constitución pautó que "los expresidentes de la República, electos democráticamente, serán senadores vitalicios de la Nación, salvo que hubiesen sido sometidos a juicio político y hallados culpables".
El artículo señala además que los expresidentes como senadores vitalicios no integrarán el quórum del Senado y "tendrán voz pero no voto".
Una constitución que se escribía tras años de autoritarismo, la Carta Magna de 1992 fue enfática en limitar el ejercicio del poder. La reelección presidencial, por ejemplo, también fue prohibida.
Desde entonces, varios presidentes han ejercido como senadores sin voto ni como parte del quórum. Pero se han mantenido en el ámbito político, con cierta relevancia mediática en el debate público.
Sin embargo, otros expresidentes, como Cartes, han querido mantener su relevancia política y legislativa.
Cartes, uno de los hombres más ricos del país e investigado en Estados Unidos por contrabando, lanzó su candidatura al Congreso después de que la Corte Suprema lo habilitó y el Tribunal Superior de Justicia Electoral rechazó las apelaciones.
Encabezando la lista del Partido Colorado, el movimiento político más poderoso del país, Cartes fue elegido Senador, junto con otros 16 políticos colorados, que serán mayoría pero no calificada en el Congreso que asume en un mes.
El episodio genera una profunda división entre los paraguayos, muchos de los cuales acusan a Cartes de querer perpetuarse en el poder, de manipular las instituciones y de buscar protegerse de acusaciones que sin embargo él niega.
En marzo de 2017, Cartes y algunos políticos colorados llevaron al Senado un proyecto para revivir la reelección presidencial, una iniciativa que fue respondida con violentas protestas que se tradujeron en un incendio parcial del Palacio del Congreso.
Cartes niega querer perpetuarse. Y, en esta nueva movida, se escuda en las sentencias de las cortes.
"Vacíos en la Constitución"
"Que Cartes sea senador es inconstitucional por donde quiera que lo veas", dice Jorge Seall-Sasiain, constitucionalista y profesor de la Universidad Nacional.
"El texto fue muy categórico en querer debilitar cualquier intención de perpetuación en el poder, pero, como es normal, se dejaron vacíos", agrega.
Vacíos como la renuncia o la salida de la presidencia por juicio político, casos en lo que se puede ser senador con voto.
"Un contrasentido legal: al castigado se le habilita y al que sale por la vía normal queda condenado a no ser senador normal", concluye el abogado.
Ahora la pregunta es si Cartes tendrá los votos suficientes en el Senado para que su renuncia sea aprobada, aunque los observadores dicen que lo más probable es que sí.
No solo porque a los posibles contradictores de Cartes dentro del Partido Colorado no les conviene tenerlo como enemigo, sino porque en los otros partidos puede haber interés de que se abra espacio para un nuevo debate sobre la reelección.
Los analistas aseguran que los expresidentes Nicanor Duarte y Fernando Lugo aspiran a poder volver a competir para ser presidentes.
Sobre todo Lugo, que es considerado el político más popular del país y viene ejerciendo por varios años como senador.
Pero en un país que sufrió uno de los regímenes militares más largos de América Latina en el siglo XX es difícil que la reelección o cualquier iniciativa que huela a perpetuación en el poder no vuelva a disparar la indignación social.
En Paraguay, se está haciendo historia: hay una mujer presidenta, el presidente renunció en calma y el nuevo mandatario es un hombre joven.
Para muchos, sin embargo, esto es pura fachada: el poder, dicen, seguirá siendo el mismo de siempre.
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