Por Jhenery Ramírez y Shaddai Eves
Santo Domingo, RD.- Perla Taveras
había culminado recientemente sus estudios secundarios y se perfilaba para
conseguir un empleo en el restaurante chino donde desde hace 18 años labora su
abuela, pero su padrastro Delion Santana Matos le arrebató la vida y con ello
se llevó su futuro y sus sueños.
La joven de 17 años vivía con su abuela, Altagracia Brioso, en el callejón “Los Multi” del sector La Zurza, en una pequeña casa que queda subiendo una escalera de espiral en la que el último escalón acoge un suaper, una funda de basura y un cartón de huevo.
El rostro triste y con los
parpados hinchados de la abuela de Perla dan la bienvenida a su humilde hogar,
donde sobresalen los trastes en la cocina y una estrecha sala con un comedor de
cuatro sillas, dos butacas y un mueble.
Días antes de ser violada y
posteriormente asesinada por la pareja de su mamá, Perla se había medido un
uniforme de la promoción de cuarto de bachillerato de la escuela Aida
Cartagena, y le había pedido a su abuela un vestido para su graduación virtual.
El 24 de diciembre iba a cumplir 18 años y pasaría a ser una adulta, con la
meta de inscribirse en la universidad y sacar a su abuela de la indigencia, con
quien vivía desde que tenía ocho meses.
La abuela materna ahora queda
sola para criar a los otros tres hermanos de Perla, a quienes la menor ayudaba
a cuidar, mientras Altagracia trabajaba de 9:30 de la mañana a 5:30 de la
tarde.
El mundo de Altagracia se vino
abajo cuando el domingo 18 de octubre llegó de trabajar y no encontró a Perla
en casa. Pensó que llegaría de una vez, pero ya el lunes sabía que algo andaba
mal. Sin embargo, se levantó con fuerzas para ir a trabajar, aunque llamó a la
madre de su nieta para saber si la había visto, siendo su respuesta poco
esperanzadora.
El martes llamó a otra hija
esperando que ella sí supiera algo de Perla, y su respuesta también fue
negativa. El miércoles, ya desesperada, fue a su pueblo en Azua para pedir
ayuda a un hermano, pero este le dijo que en ese momento no se podía hacer
nada.
Al día siguiente, Altagracia ya
no aguantaba la incertidumbre, lo que la llevó a ir al río Isabela, cerca de su
casa, a ver si encontraba alguna pista, sin imaginarse que hallaría en las
orillas a Perla sin vida.
Una tristeza interminable
Al recordar este momento,
Altagracia no aguantaba el llanto y su voz se entrecortaba. Lloraba sin parar,
pero seguía y seguirá hablando porque solo así cree que se hará justicia contra
quien le hizo daño a su niña, quien nunca vivió con su mamá ni su padrastro y
que solo en ocasiones los visitaba.
“Ahí estaba mi hija tirada, ay mi
hija, una niña que nunca tuvo problema conmigo, pero tampoco con su mamá, era
bien con sus hermanos”, continúa diciendo Altagracia con lágrimas en los ojos.
Los 17 años de Perla no
estuvieron acompañados del cariño de sus padres. Su abuela fue su guía y apoyo.
El papá de la niña vivía en Guayabal, Azua, y su mamá ya tenía cuatro hijos con
hombres diferentes.
Altagracia dice que la extrañará
siempre y la recordará como una hija, una joven estudiosa, buena y obediente.
También vivirá por muchos años en incertidumbre porque no sabe realmente cómo
pasaron los hechos.
Las amigas de Perla fueron las
que les contaron a su abuela que estaban en un colmado cuando su padrastro,
Delion, llegó y le dijo que fueran a otro lugar porque debía comentarle una
información.
Perla se negaba a ir. “Eso no soy
yo que lo sé porque yo no soy una mujer de la calle. Eso me lo contaron sus
amigas que estaban con ella en el colmado”, lamenta la señora de 55 años que ha
dedicado su vida a criar a sus nietos y ahora, la más vieja de ellos, recibió
su último adiós en un ataúd blanco.
Altagracia no lo pensaba dos
veces para darle a Perla todo lo que necesitara. Dos días antes de su
desaparición, le había dado RD$500 para comprar un pantalón, aunque al final la
adolescente lo tomó para ir al salón.
Una relación familiar extraña
En el callejón Progreso número 6
residían la mamá de Perla y su pareja de 27 años. El hijo de la dueña de la
casa, que se identificó como Elvin, confesó a Listín Diario que ellos pagaban
mensualmente cerca de RD$3,000. Allí tenían apenas un año.
El hogar pintado de azul cielo
tenía la pared de la entrada un poco destrozada porque algunos moradores
entraron y rompieron los blocks para tomar algunas cosas de la casa. Ahora,
desde fuera se ve la sala desolada.
La mamá de la adolescente
asesinada tuvo cuatro hijos de padres diferentes cada uno. La más pequeña tiene
cuatro años y desde que nació también fue a parar a la casa de su abuela.
“Yo no sé nada, yo siempre que le
oía la voz a ella (refiriéndose a la mamá de Perla) era por teléfono. Ella
trabaja en el mercado y llamaba a mi nieto para darle el dinero a él. Ella
nunca dejó de darle su diario para la comida. Ella no es una gente mala que yo
piense que ella puede hacerle una cosa así a su hija”, decía entre lágrimas
Altagracia.
El hermanito de Perla, que tiene
12 años, con su mirada perdida, aseguraba que Delion se hacía llamar en el
barrio como “Elías” y que se puso este apodo después de salir de la cárcel,
alegando que ya otras mujeres lo habían acusado de violación.
El testimonio de la comunidad
Vecinos de la mamá y el padrastro
de Perla lo describían como un hombre reservado, pero que pasaba un buen tiempo
con el radio a todo volumen y en la calle.
“A ese joven lo conocemos desde
la adolescencia, creció con nosotros y ya se veía la clase de violencia con la
que venía. También tengo entendido que donde trabajaba, en el mercado, le
pagaban para hacer cosas que no eran buenas”, cuenta Isabel, quien era amiga de
la madre de la víctima en la adolescencia.
Ella cree que este caso no se
puede quedar impune, lamentando que Perla era amiga de su hija y estudiaban
juntas en la escuela. “Esa persona no tuvo piedad ni misericordia con ella. Fue
una muerte que esa niña no se la merecía”, manifestó Isabel.
A pesar de que la madre de Perla,
de 30 años, era un soporte económico para sus cuatro hijos, a la abuela
Altagracia le ha tocado cuidar de ellos en la salud y la enfermedad, acto de
amor que la comunidad reconoce.
Los vecinos coinciden en que la
madre de Perla es una mujer trabajadora, pero lejana a sus hijos.
Algunos moradores de la Zurza
definen la situación como una terrible pesadilla. “Violarla y matarla con una
piedra (…) Esa niña sufrió bastante (...) A ese hombre tienen que meterlo donde
no salga más nunca porque está impuesto a hacer eso”, comenta Miguelina, vecina
de la madre y el padrastro de Perla.
Para los moradores de este lugar,
el joven Delion, tal como opinaba el hermanito de Perla, tenía antecedentes
policiales por violación.
Algunos están sorprendidos porque
Delion habría confesado a la madre de Perla lo que había hecho y aseguran que
ella lo ocultó. La abuela tiene la expectativa de que su hija haya tomada esta
actitud bajo amenazas.
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