Por Hernán Paredes
Antes que la actual crisis sanitaria global, un enemigo
mayor venÃa azotándonos durante años cual Atila a los romanos, un enemigo cuyo
impacto negativo ha sido tan potente que ha llegado a poner en jaque a paÃses
desarrollados, especialmente en lo que se refiere a retrancar polÃticas
públicas de envergadura, asà como a la implementación de otras muy desastrosas.
Tal es el caso de la guerra comercial que declaró Estados Unidos de América contra China, que provocó el desplome de los mercados internacionales, hasta la aprobación del controversial Brexit o salida del Gran Bretaña de la Unión Europea, una decisión que esa nación tomó en el año 2016 y que probablemente no le beneficiará mucho cuando se concretice.
Pero
¿Qué es exactamente el populismo? Marc Lazar, en su artÃculo del periódico El
PaÃs titulado “El desafÃo de la Populocracia” dice que “el populismo, en
general, es un estilo basado en unos preceptos que constituyen un sistema de
creencias bastante coherente. Afirma la existencia de un antagonismo
irreductible entre un pueblo supuestamente unido, bueno y virtuoso y una élite
homogénea, diabólica y perversa que conspira contra el primero”.
Independientemente
de desambiguaciones sobre el término populismo, actualmente se utiliza de
manera despectiva contra lÃderes demagogos que buscan a toda costa el favor de
las masas o de la opinión pública. Dice Nadia Urbinati, profesora de la
Universidad de Columbia, que “Un lÃder populista que
llega al poder está ‘obligado’ a estar permanentemente en campaña para
convencer a los suyos de que no es y nunca será el establishment”.
Pero
el populismo no parecer tener ideologÃas, los hay tanto de izquierda como de
derecha, pareciera ser una enfermedad que se expande en toda la clase polÃtica
mundial, sin que se avizore alguna manera de detener su expansión por todo el
planeta, lo cual es preocupante, puesto que incluso crisis como la de la
pandemia del COVID-19 han golpeado mucho más duro precisamente a esos paÃses
liderados por populistas.
República
Dominicana no es la excepción, podemos encontrar indicios de populismo en el
liderazgo local, y en prácticamente todos los partidos polÃticos, aunque hasta
ahora las decisiones de polÃtica pública del Estado que son más relevantes se
han estado tomando en base a criterios objetivos, y una evidencia de esto lo es
la confirmación del gobernador del Banco Central por parte del reciente
Gobierno del partido que desplazó al PLD del poder después de 16 años
ininterrumpidos, el PRM.
Indudablemente
el populismo representa un alto riesgo para el progreso de las naciones, pues
su práctica tiende a tratar de definir decisiones de polÃticas públicas que
definen sus destinos en el mediano y largo plazo, por lo que educar a la
ciudadanÃa para que sepa identificarlo es una tarea imprescindible, puesto que
el populista pierde todo su encanto cuando la sobreexplotación que hace de emociones
humanas como el miedo y el odio es desenmascarada.
La
historia está llena de lÃderes populistas que alcanzaron el poder a través de
medios legales y sus discursos de encantamiento a las masas para luego
convertirse en gobernantes autoritarios, llegando posteriormente incluso a
exportar el caos fuera de su fronteras, como fue el caso de Hitler en la
Alemania de 1933. Por otro lado, el caso de Jair Bolsonaro en el Brasil es
digno de estudio, pues nunca habrÃa llegado al poder si la clase polÃtica tradicional
no se hubiera empeñado en suicidarse.
Noam
Chosmky, lingüista y filósofo norteamericano, dice que actualmente la clase
trabajadora tiende a apoyar a lÃderes populistas porque las élites llevan una
generación lastimándoles, más aún, dice que los partidos de centro-derecha y
centro-izquierda en Europa y Estados Unidos se han movido a la derecha
abandonando a la clase trabajadora, lo cual es una realidad palpable también en
nuestro paÃs.
Las
organizaciones polÃticas dominicanas deben volver a ser fieles a los principios
que las originaron o podrÃan estar cavando su propia tumba, al tiempo que dan
cabida a que gane espacio alguna aventura populista que capitalice el
descontento fundamentalmente de la clase media y se den la condiciones para una
tormenta perfecta y sucedan aquà situaciones parecidas a paÃses como Chile,
Venezuela, Argentina o Brasil, por mencionar algunos.
No
obstante, es preciso aprovechar estas lÃneas para advertirle al polÃtico
tradicional que usa el populismo para llegar a un puesto electivo, cosa muy
común en estos tiempos, que solo se está poniendo una trampa a sà mismo, pues
sus mismas palabras serán utilizas para destruir la imagen que tiene ante la
sociedad, por lo que lo único que garantiza sostenibilidad del éxito es la
coherencia y la racionalidad al emitir juicios públicos, dentro o fuera del
poder.
La
oligarquÃa también debe comprender que el delicado balance del ecosistema
socio-polÃtico debe mantenerse, la voracidad del capitalismo salvaje no puede
cegarles sobre una realidad que nos dice no son solo los polÃticos los
culpables de todos los males sobre la faz de la Tierra, sino que los poderes
fácticos también juegan un rol preponderante para configurar un sistema
socio-económico más justo.
Lamentablemente,
la radicalización de las rivalidades polÃticas impiden ver a los confrontados
que destruir la confianza en el sistema de partidos nos perjudica a todos, y
esto evita que puedan pactar en lo básico, en lo fundamental, derivando la
lucha polÃtica en una especie de juego de suma cero donde el aparente vencedor
a la larga también perderá, y ante un enemigo más poderoso: el populismo, el
destructor de mundos.
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